Una mezcla de sentimientos invaden mi cuerpo y mi mente. No paro de pensar en lo que ocurrirá a partir de hoy. En lo que será, en el comportamiento, en cómo reaccionaré ante tal visión y en cómo reaccionará. Mi última posibilidad, mi último cartucho. Ya no podré hacer más nada, tan sólo esperar. Sé que nunca se ha de confiar, pero siempre queda una mínima esperanza de conseguir lo que uno realmente quiere. Un dolor en el estómago es lo que siento desde que mis ojos abrieron y mi habitación me dio los buenos días. No paro de un sitio a otro, intentar entretenerme. Deseo que el tiempo pase rápido, que todo ocurra. Espero que las consecuencias no sean más negativas de lo que ya son.
He de ser valiente, echarle narices al asunto. Se lo que es bueno para mí, lo que ahora mismo me hace feliz. Tan sólo tengo que luchar por ello. Luchar por sentir, luchar por seguir adelante, luchar por los recuerdos y luchar por la felicidad. Ante todo lo malo, uno ha de ponerle una cara sonriente a todos los baches. Pero si uno no actúa, esa sonrisa nunca podrá proclamarse ganadora en nuestro interior. ¿Qué he de perder más de lo que ya perdí? Como si de un niño chico, no paro de andar, de observar el ambiente intentando buscar una señal para hacer bien las cosas y lo que pretendo. Hoy no puedo demostrar más, tan sólo hoy me queda una esperanza. Una esperanza que, espero, no volver a malgastar.
Se despide con un pequeño anhelo,
Freinett
No hay comentarios:
Publicar un comentario